viernes, 31 de enero de 2020


LA BANANASEÑAL


"A veces la vida tiene la mala costumbre de parecerse a una canción de Armando Manzanero". Esta colorida frase la pepené de otro libro del ya legendario Paco Ignacio Taibo II. La novela en cuestión se llama Sueños de frontera; en ella, el astuto Héctor Belascoarán Shayne, se la pasa recorriendo la frontera norte de México mientras persigue a una misteriosa mujer (¡Pinches misteriosas mujeres!).
      Al leer la oración, arriba mencionada, me dio por pensar lo mucho que me hubiera gustado que mi vida se pareciera a una rola de Pink Floyd, de Metallica o de Los Rollings. Nada más alejado de la realidad; a veces presiento que si alguien tuviera que narrar mi biografía, con una canción, lo haría Chamín Correa o cuando mucho la Sonora Dinamita (¡Pinche Sonora Dinamita!). Se preguntará usted por qué, amable lector. Y aunque no se lo pregunte se lo explico (y si escribo amable lector es porque sé que sólo Lulú leerá esto, pero con un solo lector fiel me es suficiente):
     En primera instancia, se me ocurre analizar las citas que tuve el año pasado. Comenzaré hablando de la hermana de mi dentista. Debo decir que fue una salida bastante extraña. Cierto día llegué al consultorio dental por una molestia en una muela; me recibió Érika quien desde mi muy humilde y bizco punto de vista no está nada mal. Es una mujer cálida y agradable (ella también escucha Amor 95.3, sólo música romántica). Al llegar a verla me invitó a tomar asiento en el banquillo de los acusados, comenzó a trabajar y como ese día en la consulta me porté muy bien y se le habían acabado las paletas, me preguntó de manera directa y viéndome a los ojos: "¿No te gustaría conocer a Nano?", poniendo la mejor cara de huarache azteca que tenía a la mano, le respondí: "¿Nano?, ¿en qué equipo juega?" "No zoquete", contestó la dentista, "no es un jugador de fútbol y tampoco es un luchador, así le decimos a mi hermana porque es la más pequeña". En ese momento mi mente comenzó a girar ¿hermana? eso suena bastante atractivo y si es su hermana debe estar igual de sabritas que mi dentista. Así que después de un concienzudo y riguroso análisis que duró unos 4 segundos le respondí. Sí, me gustaría. Podría decir que lo hice por puro y mero compromiso o porque me daba miedo decirle que no y que mi dentista se emputara y me sacara una muela sin tener necesidad y sin anestesia, pero la verdad es que no fue así. Reconozco, incluso, que me emocioné. 
     El caso es que Érika me dio el teléfono de su sister, le llamé, platicamos varias veces y acordamos vernos el fin de semana.
     Llegó el sábado de la cita, recuerdo que ese día hasta lavé el coche. Dieron las dos, salí de mi casa silbando y me dirigí al departamento de la hermana de mi dentista. Al llegar encontré un sitio donde estacionarme justo afuera de donde vivía; envié un mensaje confirmando que estaba en la entrada. Pasaron unos minutos y cuando vi que se abría la puerta del edificio me dieron ganas de hacerme el disimulado, subirme al auto, arrancarlo y no parar hasta llegar a Chilpancingo o hasta que se me acabara la gasolina; lo que sucediera primero.  
     Al ver a la gran Nano, me acordé de lo que me había comentado mi dentista: "no es un luchador" y me dieron ganas de contradecirla. "Nanito", tenía todo lo que un hombre pudiera desear: unos brazotes, una espaldota, vellos en las piernas e incluso tenía bigote. Francamente creo que estoy exagerando, pero digamos que muy agraciada y tan bonita como su hermana no estaba (y dicho sea de paso, mi dentista tiene todo, está bien guapa, es inteligente, agradable, independiente, cálida, romántica, tierna, tiene todo, tiene un cuerpazo e incluso tiene esposo y dos hijos) (¡Pinches esposos!) (¡Pinches dos hijos!) (¡Pinches hermanas de mi dentista!) (¡Pinches citas a ciegas!).
     No teniendo escapatoria, y con total resignación de mi parte, fuimos a comer y la sister se comportó del modo más extraño que alguna vez hubiera visto. Llegamos al restaurante y yo pensé que Nano quizás sería sordomuda; la chica en cuestión no hablaba y parecía no escucharme. Así que me rifé un monólogo como de unos cuarenta minutos y ya que se me había acabado el tema de conversación decidí pararme al baño y pedirle auxilio al gran Iñaki. Así que comencé a redactar la "bananaseñal" (¡Pinche bananaseñal!). Me explico: el gran Iñas y yo llegamos a un acuerdo, si nos encontramos en un embrollo o en una cita de esas un tanto incómodas, sólo basta con enviarnos un mensaje que diga: "banana", y en ese momento el receptor deberá llamar a su compañero y decirle que hay un incendio en su casa o que un familiar muy cercano está a punto de perder la vida.
     El asunto es que Iñas tardó mucho en contestar y ya que lo hizo me respondió lo siguiente: "estaba a punto de escribirte lo mismo. Estoy en Xochimilco, en una trajinera, no me puedo bajar y vengo con un clan de gorditas amantes del reggaeton. Estoy pensando que quizás valga la pena ahogarme"(¡Pinches trajineras!) (¡Pinches clanes de gorditas!) (¡Pinche Iñaki!) (¡Pinche bananaseñal!).
     En ese instante pensé que tal vez mi situación no estuviera tan mal. El caso es que regresé lo más pronto posible a dejar a la sister de mi dentista en su casa (y la verdad es que por este motivo pasó tanto tiempo para que regresara al consultorio de Érika a pesar de tener cinco muelas sin amalgama. No la veía desde el año pasado. Incluso, esta semana decidí no ir a arreglarme los dientes para seguir despistando al enemigo). Eran las cuatro de la tarde y yo estaba sano y salvo en mi departamento. Debo decir que después de eso la gran "Nano" siguió llamándome para invitarme a salir y yo seguiré negándome hasta que llegue el fin del mundo.
     Ahora bien, si desean saber lo que sucedió con las amigas que el gran Iñas me presentó en pleno corazón de Coapa (donde dejamos el orgullo, la dignidad y por poco este mundo, en plena Glorieta de Vaqueritos) no dejen de mandar un comentario y con gusto lo sabrán.
     Por ahora me despido deseándoles una buena noche. Reciba usted damita, caballero un cálido abrazo y un piquete de ombligo. Aliméntense sanamente, coman frutas y verduras. Nos veremos en breve. (quizás ahora comiencen a entender por qué la Sonora Dinamita haría el sound track de la película de mi vida). Descansen y, por favor, no olviden soñar.

gabriel duarte
enero xx-xx







lunes, 27 de enero de 2020


PRIMERA LECTURA

La semana pasada me encontraba terriblemente ocupado hurgándome los quesitos de los pies cuando,  de manera misteriosa, me dio por pensar en mi amiga Lulú. Cabe hacer mención que a Lulú la conocí en un gimnasio de dudosa procedencia (¡Pinches gimnasios de dudosa procedencia!). Recuerdo que  después de cada sesión terminaba estropeado y con calambres hasta en la papada, por lo que como podía y casi arrastrándome, salía del salón de ejercicios y terminaba sentado en una banquita que estaba frente a la recepción del sitio aquel. Yo veía que todos salían como si fuera quincena y acabaran de pagar, se iban hechos la madre, mientras que yo no podía ni moverme.
     Lulú siempre llegaba a hacerme compañía, creo yo que lo hacía más por lástima o tal vez por la curiosidad de saber cómo se vería alguien antes de sufrir un infarto. Y dicho sea de paso, si utilizo el término "dudosa procedencia" no es porque se me irritaran los juanetes o porque hable a lo uei, es porque un día sin avisar nos aplicaron el madruguete y los socios del sitio (¡Pinches socios del sitio!) cerraron el gimnasio, por lo que dejé de ver a los amigos con los que hacía ejercicio todos los días. 
     El asunto es que Lulú  y yo  platicábamos tan a gusto, después de cada clase, que las dolencias y los calambres pasaban a formar parte del pasado en cosa de segundos. Como tenía mucho tiempo que no sabía nada de ella, pensé en escribirle para preguntarle qué día nos podríamos ver. La respuesta fue casi inmediata. Nos vimos el siguiente lunes y platicamos, reímos, cenamos y justo cuando nos faltaba saliva para seguir echando el chisme, se le ocurrió una gran idea (¡Pinches grandes ideas!): ¿por qué no haces un blog? Me preguntó la chica maravilla, ¿un blog? Respondí. Sí, decía ella, así podrías seguir en comunicación con todos nuestros amigos del gimnasio y seguir escribiendo las xaladas que te daba por escribir. 
     Después de meditarlo por un buen rato decidí hacerlo as soon as en chinga así que, a la mañana siguiente, le llamé al gran Iñaki para que me ayudara con los detalles internéticos y en menos de una semana helo aquí, damita, caballero: "Filosofía barata y zapatos de goma".
     Se preguntará usted el motivo del nombre y la verdad es que no sabría decirle por qué le puse así, joven. Lo que sí sé es que lo único que busco es atemperar un poco mi neurosis (¡Pinche neurosis!), seguir en contacto con mis amigos y sobre todo, compartir las cosas que quiero con la gente que quiero. Esperemos que este asunto nos dure algunos años y nos permita seguir en comunicación.
     Por lo pronto les podría comentar que la semana pasada fui con mi dentista (¡Pinches dentistas!) y que esta semana la tengo que ver de nuevo. De la cita anterior recuerdo algunas cosas:
     A) Me revienta los huesos ir al dentista (dije huesos con "s"). La mía se llama Érika y está bien guapetona, y no lo digo por temor a hacerme famoso y que en una de esas ella termine leyendo esto, lo digo porque es la velda´; está bien sabritones. Aparte de todo es muy cuidadosa y delicada (recuerdo que hace mucho tuve un dentista, se llamaba Roberto, a mí me dio por decirle "Roberto manos de piedra Durán", era el tipo más tosco que he conocido, más bien parecía mecánico o boxeador, pero no dentista).
     B) Visité a Érika porque perdí cinco amalgamas, una comiendo gomitas y la última les juro que fue con unas pasitas cubiertas con con chocolate (¡Pinches pasitas cubiertas con chocolate!).
     C) Por más que le pregunté que si no salía con polish el putazo de las muelas me dijo que no, entonces se me ocurrió decirle que sólo me repellara los molares y se ofendió, me contestó que no era albañil. Al final le iba a decir que si no podría arreglarme las muelas como si fuera a poner tirol, así no más por encimita, porque odio el sonido del mini taladro que le meten a uno a la boca cuando le reparan los dientes, pero después de lo del repellado decidí que no era una buena idea (me dio por pensar que en cualquier momento podría salirse del consultorio y quizás regresaría con un martillo y un cincel). En fin, ya les diré qué tal me va esta semana en mi nueva visita.
     Y como no quisiera que este primer relato terminara tan extenso como el antiguo testamento, me voy, por ahora sería todo. Aparte estoy leyendo una novela del gran Paco Ignacio Taibo II. Se llama "Amorosos Fantasmas", y me tiene un poco intrigado: va de un viejo campeón de lucha libre asesinado y de una pareja adolescente que se une en un pacto suicida. ¿Qué tal con el argumento? (¡Pinches argumentos!). Además ya saben que está por empezar "La hora de Luis Miguel", en amor 95.3 sólo música romántica (¡Pinche música romántica!) y por si no fuera suficiente dejé los frijoles en la lumbre. 
     Cuídense mucho, bonita noche. Descansen y por favor, Lulú, ya sabes lo que no debes olvidar.

 gabriel duarte
 enero xx-xx