LA BANANASEÑAL
"A veces la vida tiene la mala costumbre de parecerse a una canción de Armando Manzanero". Esta colorida frase la pepené de otro libro del ya legendario Paco Ignacio Taibo II. La novela en cuestión se llama Sueños de frontera; en ella, el astuto Héctor Belascoarán Shayne, se la pasa recorriendo la frontera norte de México mientras persigue a una misteriosa mujer (¡Pinches misteriosas mujeres!).
Al leer la oración, arriba mencionada, me dio por pensar lo mucho que me hubiera gustado que mi vida se pareciera a una rola de Pink Floyd, de Metallica o de Los Rollings. Nada más alejado de la realidad; a veces presiento que si alguien tuviera que narrar mi biografía, con una canción, lo haría Chamín Correa o cuando mucho la Sonora Dinamita (¡Pinche Sonora Dinamita!). Se preguntará usted por qué, amable lector. Y aunque no se lo pregunte se lo explico (y si escribo amable lector es porque sé que sólo Lulú leerá esto, pero con un solo lector fiel me es suficiente):
En primera instancia, se me ocurre analizar las citas que tuve el año pasado. Comenzaré hablando de la hermana de mi dentista. Debo decir que fue una salida bastante extraña. Cierto día llegué al consultorio dental por una molestia en una muela; me recibió Érika quien desde mi muy humilde y bizco punto de vista no está nada mal. Es una mujer cálida y agradable (ella también escucha Amor 95.3, sólo música romántica). Al llegar a verla me invitó a tomar asiento en el banquillo de los acusados, comenzó a trabajar y como ese día en la consulta me porté muy bien y se le habían acabado las paletas, me preguntó de manera directa y viéndome a los ojos: "¿No te gustaría conocer a Nano?", poniendo la mejor cara de huarache azteca que tenía a la mano, le respondí: "¿Nano?, ¿en qué equipo juega?" "No zoquete", contestó la dentista, "no es un jugador de fútbol y tampoco es un luchador, así le decimos a mi hermana porque es la más pequeña". En ese momento mi mente comenzó a girar ¿hermana? eso suena bastante atractivo y si es su hermana debe estar igual de sabritas que mi dentista. Así que después de un concienzudo y riguroso análisis que duró unos 4 segundos le respondí. Sí, me gustaría. Podría decir que lo hice por puro y mero compromiso o porque me daba miedo decirle que no y que mi dentista se emputara y me sacara una muela sin tener necesidad y sin anestesia, pero la verdad es que no fue así. Reconozco, incluso, que me emocioné.
El caso es que Érika me dio el teléfono de su sister, le llamé, platicamos varias veces y acordamos vernos el fin de semana.
Llegó el sábado de la cita, recuerdo que ese día hasta lavé el coche. Dieron las dos, salí de mi casa silbando y me dirigí al departamento de la hermana de mi dentista. Al llegar encontré un sitio donde estacionarme justo afuera de donde vivía; envié un mensaje confirmando que estaba en la entrada. Pasaron unos minutos y cuando vi que se abría la puerta del edificio me dieron ganas de hacerme el disimulado, subirme al auto, arrancarlo y no parar hasta llegar a Chilpancingo o hasta que se me acabara la gasolina; lo que sucediera primero.
Al ver a la gran Nano, me acordé de lo que me había comentado mi dentista: "no es un luchador" y me dieron ganas de contradecirla. "Nanito", tenía todo lo que un hombre pudiera desear: unos brazotes, una espaldota, vellos en las piernas e incluso tenía bigote. Francamente creo que estoy exagerando, pero digamos que muy agraciada y tan bonita como su hermana no estaba (y dicho sea de paso, mi dentista tiene todo, está bien guapa, es inteligente, agradable, independiente, cálida, romántica, tierna, tiene todo, tiene un cuerpazo e incluso tiene esposo y dos hijos) (¡Pinches esposos!) (¡Pinches dos hijos!) (¡Pinches hermanas de mi dentista!) (¡Pinches citas a ciegas!).
No teniendo escapatoria, y con total resignación de mi parte, fuimos a comer y la sister se comportó del modo más extraño que alguna vez hubiera visto. Llegamos al restaurante y yo pensé que Nano quizás sería sordomuda; la chica en cuestión no hablaba y parecía no escucharme. Así que me rifé un monólogo como de unos cuarenta minutos y ya que se me había acabado el tema de conversación decidí pararme al baño y pedirle auxilio al gran Iñaki. Así que comencé a redactar la "bananaseñal" (¡Pinche bananaseñal!). Me explico: el gran Iñas y yo llegamos a un acuerdo, si nos encontramos en un embrollo o en una cita de esas un tanto incómodas, sólo basta con enviarnos un mensaje que diga: "banana", y en ese momento el receptor deberá llamar a su compañero y decirle que hay un incendio en su casa o que un familiar muy cercano está a punto de perder la vida.
El asunto es que Iñas tardó mucho en contestar y ya que lo hizo me respondió lo siguiente: "estaba a punto de escribirte lo mismo. Estoy en Xochimilco, en una trajinera, no me puedo bajar y vengo con un clan de gorditas amantes del reggaeton. Estoy pensando que quizás valga la pena ahogarme"(¡Pinches trajineras!) (¡Pinches clanes de gorditas!) (¡Pinche Iñaki!) (¡Pinche bananaseñal!).
En ese instante pensé que tal vez mi situación no estuviera tan mal. El caso es que regresé lo más pronto posible a dejar a la sister de mi dentista en su casa (y la verdad es que por este motivo pasó tanto tiempo para que regresara al consultorio de Érika a pesar de tener cinco muelas sin amalgama. No la veía desde el año pasado. Incluso, esta semana decidí no ir a arreglarme los dientes para seguir despistando al enemigo). Eran las cuatro de la tarde y yo estaba sano y salvo en mi departamento. Debo decir que después de eso la gran "Nano" siguió llamándome para invitarme a salir y yo seguiré negándome hasta que llegue el fin del mundo.
Ahora bien, si desean saber lo que sucedió con las amigas que el gran Iñas me presentó en pleno corazón de Coapa (donde dejamos el orgullo, la dignidad y por poco este mundo, en plena Glorieta de Vaqueritos) no dejen de mandar un comentario y con gusto lo sabrán.
Por ahora me despido deseándoles una buena noche. Reciba usted damita, caballero un cálido abrazo y un piquete de ombligo. Aliméntense sanamente, coman frutas y verduras. Nos veremos en breve. (quizás ahora comiencen a entender por qué la Sonora Dinamita haría el sound track de la película de mi vida). Descansen y, por favor, no olviden soñar.
gabriel duarte
enero xx-xx
En primera instancia, se me ocurre analizar las citas que tuve el año pasado. Comenzaré hablando de la hermana de mi dentista. Debo decir que fue una salida bastante extraña. Cierto día llegué al consultorio dental por una molestia en una muela; me recibió Érika quien desde mi muy humilde y bizco punto de vista no está nada mal. Es una mujer cálida y agradable (ella también escucha Amor 95.3, sólo música romántica). Al llegar a verla me invitó a tomar asiento en el banquillo de los acusados, comenzó a trabajar y como ese día en la consulta me porté muy bien y se le habían acabado las paletas, me preguntó de manera directa y viéndome a los ojos: "¿No te gustaría conocer a Nano?", poniendo la mejor cara de huarache azteca que tenía a la mano, le respondí: "¿Nano?, ¿en qué equipo juega?" "No zoquete", contestó la dentista, "no es un jugador de fútbol y tampoco es un luchador, así le decimos a mi hermana porque es la más pequeña". En ese momento mi mente comenzó a girar ¿hermana? eso suena bastante atractivo y si es su hermana debe estar igual de sabritas que mi dentista. Así que después de un concienzudo y riguroso análisis que duró unos 4 segundos le respondí. Sí, me gustaría. Podría decir que lo hice por puro y mero compromiso o porque me daba miedo decirle que no y que mi dentista se emputara y me sacara una muela sin tener necesidad y sin anestesia, pero la verdad es que no fue así. Reconozco, incluso, que me emocioné.
El caso es que Érika me dio el teléfono de su sister, le llamé, platicamos varias veces y acordamos vernos el fin de semana.
Llegó el sábado de la cita, recuerdo que ese día hasta lavé el coche. Dieron las dos, salí de mi casa silbando y me dirigí al departamento de la hermana de mi dentista. Al llegar encontré un sitio donde estacionarme justo afuera de donde vivía; envié un mensaje confirmando que estaba en la entrada. Pasaron unos minutos y cuando vi que se abría la puerta del edificio me dieron ganas de hacerme el disimulado, subirme al auto, arrancarlo y no parar hasta llegar a Chilpancingo o hasta que se me acabara la gasolina; lo que sucediera primero.
Al ver a la gran Nano, me acordé de lo que me había comentado mi dentista: "no es un luchador" y me dieron ganas de contradecirla. "Nanito", tenía todo lo que un hombre pudiera desear: unos brazotes, una espaldota, vellos en las piernas e incluso tenía bigote. Francamente creo que estoy exagerando, pero digamos que muy agraciada y tan bonita como su hermana no estaba (y dicho sea de paso, mi dentista tiene todo, está bien guapa, es inteligente, agradable, independiente, cálida, romántica, tierna, tiene todo, tiene un cuerpazo e incluso tiene esposo y dos hijos) (¡Pinches esposos!) (¡Pinches dos hijos!) (¡Pinches hermanas de mi dentista!) (¡Pinches citas a ciegas!).
No teniendo escapatoria, y con total resignación de mi parte, fuimos a comer y la sister se comportó del modo más extraño que alguna vez hubiera visto. Llegamos al restaurante y yo pensé que Nano quizás sería sordomuda; la chica en cuestión no hablaba y parecía no escucharme. Así que me rifé un monólogo como de unos cuarenta minutos y ya que se me había acabado el tema de conversación decidí pararme al baño y pedirle auxilio al gran Iñaki. Así que comencé a redactar la "bananaseñal" (¡Pinche bananaseñal!). Me explico: el gran Iñas y yo llegamos a un acuerdo, si nos encontramos en un embrollo o en una cita de esas un tanto incómodas, sólo basta con enviarnos un mensaje que diga: "banana", y en ese momento el receptor deberá llamar a su compañero y decirle que hay un incendio en su casa o que un familiar muy cercano está a punto de perder la vida.
El asunto es que Iñas tardó mucho en contestar y ya que lo hizo me respondió lo siguiente: "estaba a punto de escribirte lo mismo. Estoy en Xochimilco, en una trajinera, no me puedo bajar y vengo con un clan de gorditas amantes del reggaeton. Estoy pensando que quizás valga la pena ahogarme"(¡Pinches trajineras!) (¡Pinches clanes de gorditas!) (¡Pinche Iñaki!) (¡Pinche bananaseñal!).
En ese instante pensé que tal vez mi situación no estuviera tan mal. El caso es que regresé lo más pronto posible a dejar a la sister de mi dentista en su casa (y la verdad es que por este motivo pasó tanto tiempo para que regresara al consultorio de Érika a pesar de tener cinco muelas sin amalgama. No la veía desde el año pasado. Incluso, esta semana decidí no ir a arreglarme los dientes para seguir despistando al enemigo). Eran las cuatro de la tarde y yo estaba sano y salvo en mi departamento. Debo decir que después de eso la gran "Nano" siguió llamándome para invitarme a salir y yo seguiré negándome hasta que llegue el fin del mundo.
Ahora bien, si desean saber lo que sucedió con las amigas que el gran Iñas me presentó en pleno corazón de Coapa (donde dejamos el orgullo, la dignidad y por poco este mundo, en plena Glorieta de Vaqueritos) no dejen de mandar un comentario y con gusto lo sabrán.
Por ahora me despido deseándoles una buena noche. Reciba usted damita, caballero un cálido abrazo y un piquete de ombligo. Aliméntense sanamente, coman frutas y verduras. Nos veremos en breve. (quizás ahora comiencen a entender por qué la Sonora Dinamita haría el sound track de la película de mi vida). Descansen y, por favor, no olviden soñar.
gabriel duarte
enero xx-xx