domingo, 2 de febrero de 2020




Y TODO POR DOS TACOS DE BISTEC

Parece que no soy capaz de ser, si es que pretendo ser algo. No soy nada: un escritor que no escribe nada, salvo un diario. Un amante que no es capaz de amar. Un padre que no ejerce. Un marido lejano. 
     Resulta que me encuentro como Juan Gabriel: "en el lugar de siempre, en la misma ciudad y con la misma gente" (¡Pinche Juan Gabriel!). Y eso por qué, se preguntarán, amables lectores (y si digo lectores es porque el fin de semana me enteré que ya son dos las intrépidas y guapas damitas que leen este humilde y austero blog. Muchas gracias, Lú, te adoro. Mil gracias, Chas). Es sencillo: por algún extraño motivo me da por leer y escribir rodeado de libros y como siempre tengo hambre, leo, escribo y desayuno o ceno en "El Penduleishon". Antes de dirigirme al comedor y ponerme a trabajar, pasé por la mesa de novedades y me encontré la última entrega del gran Héctor Abad Faciolince: Lo que fue presente. Lo tomé, leí la contraportada y descubrí las frases con las que abro este relato. 
     Debo admitir que me sentí un tanto identificado con las palabras del gran Héctor Abad (tiene un libro que es una joya, se llama El olvido que seremos, por favor, no se nieguen la oportunidad de leerlo). El asunto es que hubo unas 399 razones (menos el quince por ciento de descuento que me hacen en El Péndulo, serían $339 pechereques) por las cuales no adquirí el libro en cuestión, pero supóngome que vale harto la pena.
     Con honestidad lo confieso: a veces lo único que me rescata de esta engorrosa selva llamada vida son mis libros, mis amigos (sobre todo mis amigas) (¡Pinches amigas!), el ejercicio y desde luego escribir, porque hay ocasiones en que me cuesta mucho trabajo abrir los párpados y salir a la calle a hacer que mi existencia tenga un sentido y valga la pena vivirla; pero como no quiero ponerme dramático y aburrirlos, dejemos de lado tanto saliverío (¡Pinche saliverío!) y entremos en materia:
     En el capítulo anterior nuestro  atractivo y enigmático protagonista, se encontraba librando una batalla a muerte con la hermana de su dentista (¡Pinche hermana de mi dentista!). Les ahorraré el suspenso y les diré que de aquel incidente logró salir con vida para meterse en un lío igual o peor. Me explico:
     Cierto viernes me encontraba en pijama, acostado y viendo la televisión. Eran las ocho de la noche y sentí un pequeño hueco en el estómago, así que, con toda la apatía del mundo decidí ponerme un pantalón, la camisa que traía desde la mañana y largarme por unos tacos de bistec. Llegué a la taquería, me rife dos campechanos y una coca cola, pedí la cuenta y justo antes de pagar me acordé del gran Iñaki, así que, tomé el teléfono y decidí llamarlo. Contestó a la primera, se escuchaba que traía unos catorce jaiboles ya puestos, dos micheladas, tres margaritas y unas siete cubetas. A pesar de todo aún se escuchaba lúcido (como el que está a punto de morir, diría Pessoa). "¿Qué haces?" me preguntó el querubín. "Nada", respondí. "Vente, estoy con unas amigas en un bar que está por Insurgentes". El gran Iñas me mandó la ubicación del lugar y después de pensarlo mucho (más o menos unos catorce segundos) me trepé al coche y cuando me di cuenta ya estaba sentado en una mesa con seis individuas que no conocía y tenía una yarda de cerveza mirándome fijamente a los ojos. No tuve otro remedio que despacharme la yarda y pedir otra.
     El lugar estaba dos tres aburridón, recuerdo que se iba la luz con frecuencia y mucha gente ya no había. Como a eso de las 12 de la noche nos invitaron amablemente a tomar nuestras chingaderas y las llaves de nuestros respectivos vehículos porque ya estaban a punto de cerrar. Así que, nos dieron la bendición, una patadita en el trasero y nos sacaron del bar.
     Iñaki y sus secuaces aún tenían sed (de esa que quema en las amígdalas y destruye matrimonios) y  querían seguir con su ceremoniosa reunión. Nos subimos a la unidad y el invitado de honor me dijo: "Tú sígueme", "¿Y cómo?", le respondí, "si estás en mi coche", "que me sigas", insistió. Así que levanté los hombros y me resigné a seguirlo: a la derecha, a la izquierda, derecho, más derecho y de repente, que ya  es aquí. Me quedé esperando a que me recibieran el carro, después de unos minutos me bajé del vehículo y el gran Iñas ya tenía unas fichitas, como con las que se apuesta en los casinos. Caminamos hacia la entrada, nos sabrosearon unos sujetos disque para hacernos una revisión, entregamos las fichas, cruzamos la puerta y sólo recuerdo que en ese momento todo valió bien madres:
   Gente, mucha gente, chingos de gente, música, humo, luces, brincos, saltos, calores, olores, sudores, arrimones, empujones, carcajadas y más carcajadas.
     De repente vi a Iñaki besando a una gordita y luego la gordita me besaba a mí, después su novio nos abrazaba a los dos y besaba a la gordita (Iñaki seguro negará los hechos, pero yo a esas alturas aún tenía un poco de claridad y el 2% de mis neuronas trabajando con lo que puedo constatar que es cierto, su señoría) y... y... y... y me solté el cabello me vestí de reina, me puse tacones, me pinté y era bella y caminé hacia la puerta te escuché gritarme, pero tus cadenas ya no pueden pararme... El Patrick Miller es una verdadera perdición. No se puede estar en ese sitio si no tienes una cerveza, pero el problema es que se acaban muy pronto y cuando menos lo esperas puedes tener catorce vasos vacíos en la mano y... y... y... y todos me miran, me miran, me miran porque soy linda, porque todos me admiran y todos me miran porque hago lo que pocos se atreverán y todos me miran, me miran, me miran, algunos con envidia, pero al final, pero al final, pero al final todos me amarán...
    Y dieron las cinco de la mañana y al ritmo de la gran Gloria Trevi, nos pidieron amablemente que nos sacáramos mucho a chingar a nuestra jechu.
     Al salir yo no podía caminar, Iñaki no podía ni hablar, sus amigas Verónica y Karla eran dos costales. Karla pidió un Uber, yo me llevé a Iñas, lo dejé a las cinco treinta am en su casa y lo primero que hizo fue sacar a pasear a su perro (me parece que el perro lo llevaba a él). Pero esto no acabó ahí. Todavía tenía un bulto llamado Verónica en el asiento delantero de mi coche.
     ¿Por dónde vives?, le pregunté. Como pudo me dijo que agarrara la carretera rumbo a Tamaulipas, que llegara Al Paso Texas, después que me siguiera derecho y pasara la frontera a Canada, ya llegando a Groenlandia das vuelta en "u", tomas Rojo Gómez, hasta topar con pared y donde veas un zaguán negro y escuches un piche perro que no deja de ladrar es ahí (de saber que vivía tan pinches lejos la hubiera dejado en la Catedral, en el Patrick Miller o paseando a Iñaki).
     En el camino me encontré con dos alcoholímetros, pero a esas horas ya habían recogido el puesto. Si la memoria no me engaña ese día llegué a las siete, antes meridiano, a mi casa y los efectos de la cruda comenzaban a morder mi cerebro. Como pude me quité la ropa, me metí entre las sábanas y caí en un sueño profundo.
     Y todo por salir a comer dos tacos de bistec (¡Pinches tacos de bistec!) (¡Pinche Iñaki!) (¡Pinche Verónica!) (¡Pinche Patrick Miller!) (¡Pinche cruda!).
     De verdad que esa noche la pasé como diría el chinito: bien-chin-gón.
     Amables lectores, por hoy es todo, deseo de verdad que tengan una semana llena de logros y que encuentren un motivo para que su vida valga la pena. Si desean saber lo que ocurrió con nuestro intrépido y atractivo protagonista en la primera cita que tuvo este año no dejen de sintonizar "Filosofía barata y zapatos de goma". Y por cierto, les suplico de la manera más gentil y atenta que escriban un comentario, no sean chacales.
     Descansen y, por favor, no olviden soñar.

gabriel duarte
febrero xx-xx

6 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Creo que necesitamos salir este fin de semanana, Iñas. Hace falta material para el blog.

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  2. Respuestas
    1. Seguiremos esforzándonos por usted, amable lectora. Este fin de semana tendré que salir con el gran Iñaki. Veamos qué nos depara el destino. Lo sabrás!

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  3. Por cierto, nos encontramos con un lector que prefiere mantenerse en el anonimato. Su comentario es el siguiente: "Ningún capitalino que aspire a tener algo de honorabilidad puede llamarse ex-defeño sin haber tenido una noche en el Patrick Miller. Felicidades a Iñaki por haber llevado a Gabriel a su rito iniciático. Saludos a ambos tres! Atentamente: 'La gran Chas'".

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  4. Muchas gracias, querida y anónima lectora. Seguiremos escrbiendo para usted más historias filosóficas, baratas y engomadas.

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